Un examen de audiometría evalúa su capacidad para escuchar sonidos. Los sonidos varían según su volumen (intensidad) y la velocidad de las vibraciones de las ondas sonoras (tono).

La audición ocurre cuando las ondas sonoras estimulan los nervios del oído interno. Luego, el sonido viaja a lo largo de vías nerviosas hasta el cerebro.

Las ondas sonoras pueden viajar al oído interno a través del canal auditivo, el tímpano y los huesos del oído medio (conducción aérea). También pueden pasar a través de los huesos alrededor y detrás de la oreja (conducción ósea).

La intensidad del sonido se mide en decibelios (dB):

Un susurro equivale a unos 20 dB.

La música alta (algunos conciertos) ronda los 80 a 120 dB.

Un motor a reacción tiene entre 140 y 180 dB.

Los sonidos superiores a 85 dB pueden provocar pérdida de audición al cabo de unas horas. Los sonidos más fuertes pueden causar dolor inmediato y la pérdida de audición puede desarrollarse en muy poco tiempo.

Los tonos puros (frecuencias únicas) se utilizan para probar la conducción aérea y ósea. Estas y las pruebas del habla se realizan con un audiómetro. El audiómetro es un instrumento eléctrico que consta de un generador de tonos puros, un oscilador de conducción ósea para medir la función coclear, un atenuador para variar el volumen, un micrófono para pruebas del habla y auriculares para pruebas de conducción aérea.



Otras pruebas incluyen la audiometría de impedancia, que mide la movilidad y la presión del aire del sistema del oído medio y los reflejos (estapediales) del oído medio, y la respuesta auditiva del tronco encefálico (ABR), que mide el tiempo de transmisión neuronal desde la cóclea a través del tronco encefálico.